De vuelta con el blog, que ya tocaba. Como homenaje a mi periplo brasileiro hoy os voy a hablar de bossa-nova. Bueno, de bossa-nova nada, porque yo no tengo ni idea, pero sí de una historia bien conocida sobre la bossa-nova.
Estaban un día Antônio Carlos Brasileiro de Almeida Jobim y Marcus Vinicius da Cruz de Mello Moraes…Bueno, bromas aparte, se llaman así, nosotros vamos a acortar con Tom Jobim y Vinicius de Moraes, que es como se les conoce.
Tom era una músico que durante los años 50 ya había comenzado su carrera como escritor de música moderna brasileña, y que durante la primera mitad de los 60 culminó la creación del género de bossa-nova, con colaboraciones bien conocidas con Stan Getz o Charlie Byrd. Bueno, sí, hubo algunas cosas de bossa anteriores, pero no me voy a estropear la historia yo sólo.
Por su parte Vinicius era una poeta, letrista y más cosas, aunque su verdadera profesión estaba relacionada con la diplomacia. Durante los 50 pasó el tiempo yendo y viniendo entre varios países, incluyendo varios pasos por Río, de donde era oriundo. Durante estos años fue letrista de diferentes músicos en Brasil y tengo la impresión que era bastante más popular que Tom. Vinicius conoció a Tom en 1956, cuando Tom apenas era conocido para trabajar en un musical y enseguida se hicieron muy amiguitos (nooooo, no tan amiguitos, malpensados!).
Aunque no tengo referencias, todo hace pensar que durante los años siguientes se siguieron viendo de vez en cuando. Y llegamos a 1962. Durante el invierno de ese año quedaban para tomar cañas y charlar en un garito de nombre Veloso, en el barrio de Ipanema, bien cerca de la playa, y por allí aparecía casi todos los días una hermosura brasileña, camino de la playa, tan morena, tan alta y tan mona ella, que quedaron prendados y decidieron que iban a dedicarle una canción. Nunca hablaron con ella, así que todo quedó en un amor platónico, pero está bien así porque los chavales ya tenían más de 35 tacos cada uno. La criatura se llamaba Helô Pinheiro.
Seguro que no me dejo llevar mucho si digo que estos dos se pasaban el día en el bar y allí les pasaron muchas más cosas interesantes, pero mi afán investigador no van tan lejos.
Bueno, la canción resulto un éxito total y con ella pasaron los dos a la posteridad. Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
Bueno, acabado no. Hurgando un poco más descubrí algunos detalles interesantes. El que no quiera que se le estropee la leyenda que no lea más.
- La menina en cuestión no iba a la playa aquellos días. Iba al cole, a comprar tabaco para su madre o incluso al dentista. Y seguro que llevaba aparato! Nada de ir a a la playa, que era invierno.
- Los del bar silbaban cuando ella pasaba. Qué cutre! Yo que me imaginaba a los dos poetas mirando al infinito imaginando poesía y música desde la terraza del bar, y en realidad estaban rodeados de machos híper-hormonados. Otra pena.
- Y la mayor decepción: la música y la letra de la canción ya existían antes de ocurrir la historia. La letra original se llamaba “Menina que passa” y la música estaba destinada a un musical en el que Jobim estaba trabajando. Lo que acordaron los dos pájaros en el bar fue colocarlas juntase una canción, que en verdad no es poco. Pero vamos, de ahí a la inspiración de componer todo cuando vieron a la chiquilla en la mesa del bar hay bastante trecho.
- El bar ahora se llama Garota de Ipanema. Y encima estuve en el susodicho bar y no mola tanto. Lo único bueno fue el camarero cachondo que nos atendió.
Pues eso, que las leyendas mejor dejarlas como están. Yo también me he llevado un chasco. Hasta la próxima semana, espero.
Estaban un día Antônio Carlos Brasileiro de Almeida Jobim y Marcus Vinicius da Cruz de Mello Moraes…Bueno, bromas aparte, se llaman así, nosotros vamos a acortar con Tom Jobim y Vinicius de Moraes, que es como se les conoce.
Tom era una músico que durante los años 50 ya había comenzado su carrera como escritor de música moderna brasileña, y que durante la primera mitad de los 60 culminó la creación del género de bossa-nova, con colaboraciones bien conocidas con Stan Getz o Charlie Byrd. Bueno, sí, hubo algunas cosas de bossa anteriores, pero no me voy a estropear la historia yo sólo.
Por su parte Vinicius era una poeta, letrista y más cosas, aunque su verdadera profesión estaba relacionada con la diplomacia. Durante los 50 pasó el tiempo yendo y viniendo entre varios países, incluyendo varios pasos por Río, de donde era oriundo. Durante estos años fue letrista de diferentes músicos en Brasil y tengo la impresión que era bastante más popular que Tom. Vinicius conoció a Tom en 1956, cuando Tom apenas era conocido para trabajar en un musical y enseguida se hicieron muy amiguitos (nooooo, no tan amiguitos, malpensados!).
Aunque no tengo referencias, todo hace pensar que durante los años siguientes se siguieron viendo de vez en cuando. Y llegamos a 1962. Durante el invierno de ese año quedaban para tomar cañas y charlar en un garito de nombre Veloso, en el barrio de Ipanema, bien cerca de la playa, y por allí aparecía casi todos los días una hermosura brasileña, camino de la playa, tan morena, tan alta y tan mona ella, que quedaron prendados y decidieron que iban a dedicarle una canción. Nunca hablaron con ella, así que todo quedó en un amor platónico, pero está bien así porque los chavales ya tenían más de 35 tacos cada uno. La criatura se llamaba Helô Pinheiro.
Seguro que no me dejo llevar mucho si digo que estos dos se pasaban el día en el bar y allí les pasaron muchas más cosas interesantes, pero mi afán investigador no van tan lejos.
Bueno, la canción resulto un éxito total y con ella pasaron los dos a la posteridad. Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
Bueno, acabado no. Hurgando un poco más descubrí algunos detalles interesantes. El que no quiera que se le estropee la leyenda que no lea más.
- La menina en cuestión no iba a la playa aquellos días. Iba al cole, a comprar tabaco para su madre o incluso al dentista. Y seguro que llevaba aparato! Nada de ir a a la playa, que era invierno.
- Los del bar silbaban cuando ella pasaba. Qué cutre! Yo que me imaginaba a los dos poetas mirando al infinito imaginando poesía y música desde la terraza del bar, y en realidad estaban rodeados de machos híper-hormonados. Otra pena.
- Y la mayor decepción: la música y la letra de la canción ya existían antes de ocurrir la historia. La letra original se llamaba “Menina que passa” y la música estaba destinada a un musical en el que Jobim estaba trabajando. Lo que acordaron los dos pájaros en el bar fue colocarlas juntase una canción, que en verdad no es poco. Pero vamos, de ahí a la inspiración de componer todo cuando vieron a la chiquilla en la mesa del bar hay bastante trecho.
- El bar ahora se llama Garota de Ipanema. Y encima estuve en el susodicho bar y no mola tanto. Lo único bueno fue el camarero cachondo que nos atendió.
Pues eso, que las leyendas mejor dejarlas como están. Yo también me he llevado un chasco. Hasta la próxima semana, espero.